Citas de El diario de Ana Frank

Después de esa escena, estoy segura de una cosa: a la gente no se le conoce bien hasta que no se ha tenido una verdadera pelea con ella. ¡Sólo entonces se puede juzgar el carácter que tiene!


Y entonces me duermo, con la extraña sensación de querer ser otra cosa de lo que realmente soy, o hacer otra cosa de lo que realmente hago, o de ser otra cosa de lo que quiero.


Seguiré con mi actitud fría y silenciosa, y en el futuro no le tendré miedo a la verdad, pues cuanto más tarde en decirla, más costará oírla.


Me dan todos los días valeriana para calmar los nervios, lo que no impide que al día siguiente me sienta más fastidiada. Conozco un remedio mucho mejor: reír, reír de buena gana; pero casi lo hemos olvidado. Si esto pasa por más tiempo, temo mucho verme con una cara seria, larga y de labios colgantes.


En momentos así, me olvido de Pim, de mamá y Margot. Voy de una habitación a otra, subo y bajo las escaleras, y me da la sensación de ser un pájaro enjaulado, al cual le han arrancado las alas violentamente, y que en la más absoluta penumbra, choca contra los barrotes de su estrecha jaula al querer volar. Oigo una voz dentro de mí que me grita: "'Quiero salir, quiero aire, quiero reír!". Ni siquiera contesto... Me tiro en uno de los divanes y duermo para cortar el tiempo, el silencio y a espantosa angustia, ya que es imposible deshacerse de ellas.


Himmeihoch jauhzend und zum Tode betürbt (Alegría celestial y tristeza mortal). Esto es lo que me describe.


Creo sentir en mí la primavera, el despertar de la primera lo siento en mi cuerpo y en mi alma. Me cuesta lo indecible portarme como de costumbre, tengo la cabeza enmarañada, no sé qué leer, qué escribir, qué hacer. Languidez... ¿Cómo hacerte callar?...


Quería estar sola, estrictamente sola. Papá no ha dejado de notar que algo me pasaba, pero me sería imposible contárselo todo. Quería gritar: "Déjenme en paz, déjenme sola". Quién sabe, acaso ¿un día estaré más sola de lo que deseé?


De repente, sentí que las lágrimas me subían a los ojos y entré a toda prisa al baño, llevándome conmigo el espejo. Bonita cosa estar instalada allí, con actitud correcta, con mis lágrimas cayendo sobre mi delantal rojo. Me sentía terriblmente desgraciada.


Puede perderse todo: la riqueza, el prestigio; pero esa dicha en tu corazón sólo puede, en ocasiones, ensombrecerse, pero siempre volverá a ti mientras vivas. Mientras levantes los ojos sin temor hacia el cielo estarás seguro de ser puro y volverás a ser feliz, pase lo que pase.


¿Saldré alguna vez de este laberinto de pensamientos y veré en ellos claro algún día para quedarme en paz?


Me he vuelto hermética. Ante todo, intento conservar mi aplomo exterior a fin de que nadie sepa el conflicto interior que no quiere cesar. Conflicto entre mi corazón y mi cerebro. Hasta ahora, éste último es quien detenta la victoria. Pero, ¿no va a mostrarse aquel más fuerte? Lo temo a veces, y lo quiero a menudo.


¿Hay algo más maravilloso en el mundo que mirar la naturaleza por una ventana abierta, escuchar gorjear a los pájaros, sentir que el sol calienta nuestras mejillas y tener entre los brazos a un muchacho al que se quiere?


Tiemblo de miedo de que todos cuento me conocen tal y como me muestro siempre descubran que tengo otra parte, la más bella y la mejor. Temo que se burlen de mí, que me encuentren ridícula y sentimental, que no me tomen en serio.

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