Reseña || No, mamá, no, de Verity Bargate

*Cómo llegó el libro a mis manos:
Luna Miguel habló de este libro y me atrajo muchísimo un diferente enfoque de la maternidad, así que al encontrarlo en la biblioteca no me lo pensé dos veces.


*Argumento:
Jodie y David son padres y siempre han querido tener a una niña después de su primer hijo, Matthew. Sin embargo, cuando el bebé resulta ser otro varón, Orlando, la relación se desestructura por completo. Jodie siente asco por su papel de madre, cayendo en una depresión muy profunda. David tiene la desilusión latente y paga su frustración con Jodie, con maltrato psicológico y físico.

David envía a Jodie al psicólogo para tratar la depresión postparto, pero no sale bien, pues ella no quiere hablar. Un día recibe la llamada de una amiga de la juventud, Joy, y deciden verse para poder recuperar el tiempo perdido. Jodie quería irse si los niños, inventarse una nueva vida ante su amiga, pero nadie puede encargarse de ellos, por lo que decide llevárselos consigo. En el viaje en tren cambia a sus hijos de ropa, poniéndoles vestidos de niña y cambiándoles el nombre: Matthew es Rainbow y Orlando es Willow.

Joy está casada también y su marido, al igual que David, abusa de su mujer, dejándola totalmente devastada de su yo real. Poco a poco, en los viajes que Jodie hace, su mentira comienza a ser cada vez menos sostenible: Joy quiere llevar a las niñas a la playa, cambiarles el pañal... En su último viaje, Jodie perdió el tren para volver a tiempo a casa. El marido de Joy llama a David para decirle que su mujer y sus hijas llegarán algo tarde, y David responde que él no tiene dos hijas. La mentira sale a la luz.

Cuando Jodie y sus hijos llegan a su destino, una ambulancia y varios servicios sociales la esperan en la estación, llevándosela a un psiquiátrico desde el cual nos cuenta su historia. David se ha llevado a los niños y no tiene intención de que vuelvan a ver a su madre.


*Crítica:
Al comenzar este libro no sabía que iba a llorar tanto. Cada palabra escrita por Bargate me partía el alma. Llegué a sentir la repulsión y la pasión de la maternidad sin haberlo experimentado. Llegué a sentir miedo por los personajes, a sentir pena, a sentir compasión. Esto es lo que hace el libro: hacerte sentir más allá de lo que creías.

La historia da giros inesperados continuamente: Jodie, sus hijos y su final son puntos que jamás esperarías que ocurrieran. La historia no parece tan macabra como realmente es. La depresión y la locura (mas bien obsesión) de una mujer que desea tener una hija lleva a límites insospechados.

En esta novela se puede ver perfectamente el cambio de pensamiento de Jodie respecto a la vida: es diferente cuando tienes dos hijos que cuando tienes dos hijas. Te hace pensar sobre la realidad que te rodea y que nunca ves.
Es duro, es real. Por eso te hace sentir.


*Citas destacadas:

Ahora tenía la sensación de vivir totalmente inmersa en mi propia cabeza, alimentándome solo de recuerdos. Pero no de recuerdos recientes, sino muy, muy antiguos.

Estaba completamente segura de que ya no lo quería y sentía una enorme pena y una desgarradora sensación de pérdida; también me sentía culpable, otra herencia de las monjas. Cuando una tiene que ir a confesarse a los cinco o seis años de edad y pedir perdón a Dios por casi todo lo que ha hecho desde la vez anterior, y si Dios, o su doble, no se limita a decir "no te preocupes, olvídalo", sino que te castiga con tres avemarías y dos vueltas alrededor del patio o algo peor, más tarde en la vida no resulta fácil hacer, o ser simplemente, sin necesidad de pedir perdón a alguien por lo que una hace o es.

Me gustaría poder decir que hicimos el amor, pero no quedaba ningún amor por hacer.

Cuando era más joven solía temer la indiferencia; ahora la ansiaba.

Mi cabeza era un caleidoscopio de impresiones y después debió romperse el espejo, porque únicamente vi la puerta de mi casa ante mis ojos y ya tenía la llave en la mano. (...) Nada de buscar a tientas, la llave entra directamente en la cerradura aunque el rellano está a oscuras y ya estoy de vuelta. No en casa; solo de vuelta.

Siempre he estado sola en los momentos difíciles de mi vida, a veces por propia elección, pero en general por miedo. En aquel momento sentía tantísimas cosas -me sentía paranoica y estúpida y autocomplaciente y patética-, pero el sentimiento predominante era de miedo.

Las amigas duran más que los amantes. Alguien me lo dijo hace mucho tiempo y yo me reí, convencida de que la pasión podía superarlo todo, de que era la única forma de sobrevivir. Ahora veía que constituía el camino más seguro hacia el aislamiento y el dolor.

Terminé En Gran Central Station me senté y lloré y también yo tuve ganas de llorar. El libro había perdido algo para mí y pensé que quizá fuera un libro que solo impresionaba cuando una estaba viva; me sentía tan muerta que ya no me evocaba nada. Ningún eco familiar, ningún oh conozco esa sensación, esa angustia, ese dolor. O quizá no tenía nada que ver con estar viva, sino que más bien estaba relacionado con el hecho de estar enamorada o de tener al menos la capacidad de amar, una capacidad que yo había perdido hacía mucho, mucho tiempo.

No hablamos nada de mi vida presente. Le conté algunas cosas del pasado, pero él no me preguntó nada sobre el momento presente y yo o le ofrecí ninguna información. Era una mujer con un pasado y sin presente. Era una sensación bastante agradable.

Comentarios