Querido Ángel: Feliz Día del Padre.
En memoria de Víctor Ángel Rojo García.
Querido Ángel:
Soy tan cobarde...
Debí decirte todo esto en persona cuando aún estabas aquí, pero, como siempre, es demasiado tarde para nosotros, para mí.
Volver al pasado debería considerarse un acto heroico; a mí, muchas veces, me cuesta regresar con vida de mis recuerdos.
La figura del héroe se desvanece en mis sueños. Te proyecto como un hombre normal, un hombre que sufre, que llora, que se arrodilla ante la tormenta... te recuerdo como un hombre real. Lo fuiste... aunque la memoria juegue con la realidad, lo fuiste.
Desde que te marchaste todo suena a despedida: estoy esperando a que llegues aunque sé que no sucederá. No sé cómo terminan las historias que no deben hacerlo.
Nunca más volverás a mirarme como si fuese un milagro, ni a pronunciar mi nombre, ni a acariciar mi mano. Y yo, nunca más, podré pedirte perdón ni perdonarme. El mundo no estaba preparado para ti, eras demasiado para una tierra tan pequeña, con tantos límites. Siento mucho haber sido uno de ellos.
Todo duele tanto sin ti... Al final la vida es como una tragedia griega: conocer el final, pero esperas para ver cómo llega.
Querido Ángel: lo eres. Feliz Día del Padre.
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