Identidad del personaje y del lector
¿Qué es la identidad? Algunos filósofos han definido el concepto de identidad como aquel conjunto de todas las cosas que creemos que somos. A menudo sucede que los individuos creemos que somos de determinada manera, pero algo nos hace darnos cuenta de que no es así, sino que nuestras gafas de realidad nos obligan a verlo de cierta manera. Somos una cuestión de perspectiva, en esencia. Sin embargo, por ensalzar las cualidades que creemos que tenemos, rechazamos a otras personas. Un ejemplo práctico sería el siguiente: supongamos que creyésemos que somos buenos futbolistas y un día fuésemos a jugar un partido, sería muy injusto decir "en este partido sólo podemos jugar los que somos buenos en ello, así que tú no puedes participar". Este ejemplo tan simple puede extrapolarse a muchos ámbitos de la vida, pero la idea es la misma: el rechazo provocado por ensalzar nuestra supuesta identidad.
Relacionando la identidad a la lectura, podemos considerar que somos lectores, que nos gusta la lectura, porque encontramos algo en la obra que podemos identificar con nosotros mismos, con nuestra vida. Nos gusta porque encontramos una coherencia en aquello que leemos, en los personajes que se nos presentan, sean o no de nuestro gusto.
Es muy interesante tratar ahora dos conceptos del mundo del espectáculo (cine, teatro) y que luego llevaremos al campo literario. Estos conceptos son actor y actante. El actor es aquel individuo que representa un personaje, mientras que el actante es el cuerpo del individuo que lo representa. Del mismo modo, un lector es aquel individuo que lee una obra, mientras que el "lectante" (término inventado) es el cuerpo del que dispone el lector. Al igual que el actor requiere del actante para representar un personaje, el lector requiere a menudo del lectante para introducirse de lleno en una obra. Esto podría ser, exponiendo un caso práctico, la identificación que siente una mujer cuando lee una obra cuyo personaje es una mujer, de igual modo que sucede si hablamos de un hombre. Sin embargo, pordría suceder un choque en actor y actante, o entre lector y lectante. Para explicar este choque de alguna manera más fácil de comprender ponemos como caso una obra de teatro en la que hubiese que representar a un enano. El actor podría ser cualquier persona cuyo actante no supere cierta estatura, por lo que una persona de gran tamaño no podría hacer este papel. Así podemos ver la importancia que tiene en el mundo del espectáculo. ¿Sería coherente seleccionar de esta manera a un lector?
Si leemos Autorretrato, poema de Antonio Machado (click aquí para leerlo), sentimos una identificación con sus versos, por eso nos gusta. Esta idea se ve reflejada en el estudio que realiza de este poema Luis García Montero en su libro El sexto día (click aquí para conseguirlo). Aquí se encuentra, en mi opinión, la magia de la poesía. Cómo poemos encontrar más consuelo en los versos que alguien escribió hace siglos incluso y nos comprende en mayor medida de lo que puede hacerlo nuestro mejor amigo, aquel que lleva con nosotros toda la vida. Es apasionante, es mágico. Para introducirnos más en la vida de Antonio Machado y en los pasos que guiaron su poesía vital, es muy recomendable leer la biografía sobre el mismo que escribió Ian Gibson (click aqui para conseguirla).
Siendo conscientes del peso tan importante que tiene sobre nosotros la propia identidad, ¿somos siempre los mismos con el paso del tiempo? La respuesta es clara y contundente: no, no lo somos. Cambiamos con el paso de los años y de las experiencias. En el relato Pez volador de Eloy Tizón (click aquí para leerlo), sacado de la obra Pequeñas resistencias: antología del nuevo cuento español (click aquí para conseguirlo), vemos que se crece cuando rompemos ciertas relaciones afectivas, generalmente en nuestro entorno familiar.
Algo curioso de este paso del tiempo, es también el paso del tiempo dentro del libro. En Don Quijote de la Mancha, obra de Miguel de Cervantes (click aquí para conseguirlo), vemos cómo el propio personaje principal nos crea risa, pero según pasan los capítulos dejamos de reírnos de él y con reímos con él, para finalmente dejar de reírnos y tan solo sentir aprecio por el personaje. Esta es la magia de la identidad de un personaje y del impacto que tiene sobre nuestra propia identidad.
Otro ejemplo de personaje con identidad propia y coherente es lo que encontramos en el cuento Gastrónomos (click aquí para leerlo), de Roald Dahl, de la obra Relatos de lo inesperado (click aquí para conseguirlo). Con esta lectura podemos apreciar uno de los conceptos que usan los autores para atrapar al lector en su obra: escribir con los sentidos mayores. Estos sentidos son el tacto, el gusto y el olfato; la técnica consistiría en describir elementos comprometedores emocionalmente o que puedan serlo para el lector. Sin embargo, escribir con los sentidos menores, esto es, el oído y la vista, no produce ese secuestro del lector. Hay que poder vivir y sentir algo, visualizarlo en la mente con el ritmo con el que se nos narra, y es esto lo que hemos estado apreciando en los fragmentos que hemos citado.
Ahora bien, ¿cómo sentimos nuestra identidad?
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Esto es una breve anotación sobre la reunión (16 de enero del 2017) del Club de Lectura impartida por Chema Gómez de Lora con la finalidad de que podáis reflexionar y conocer a nuevos -o quizá conocidos- autores.
Creo que la identidad, igual estoy algo confundida, no es del todo todo aquello que creemos ser sino más bien todo lo que no creímos ser, me explico. Como aficionada a la lectura que soy, entiendo y comparto contigo que lo primero que tiene que tener ese libro son personajes, situaciones, decisiones o historias que te hagan recordar y pensar en ti, es decir, con las que te identifiques. Pero realmente tu identidad nunca llegas a conocerla pues como a mi parecer tú bien decías , necesitas a lo largo de tu vida esas gafas que te vayan dejando conocerte. Por eso y no se si me he explicado bien yo definiría identidad no como aquello que creemos ser sino como todo aquello que no somos y que poco a poco vamos siendo, vamos descubriendo. Me parece que es un texto muy bonito el que has escrito, pues me ha ayudado a pensar a reflexionar y a conocer algo más de mi identidad, de la identidad un poco global. No había pensado nunca en esos términos tan prácticos que aquí describes y que para mi hasta ahora eran desconocidos. Por cierto se me olvidaba, crees de veras que cuando rechazamos a alguien es por ensalzar nuestra identidad? yo creo que lo que intentamos más bien es encubrir aquello de nuestra identidad que tan poco nos gusta más que por dejar de lado la identidad de otro.
ResponderEliminarMe ha encantado saber que también disfrutas leyendo a poetas como Machado o como mi fabuloso y amado Luis García Montero creo que ser poeta es muy difícil y mucho más hoy en día con todas las distracciones que tenemos. Es muy difícil saber gritar y expresar de forma tan flexible algo tan complejo como los sentimientos. Creo que esta dificultad por expresar esto viene dada porque los sentimientos son la base de la identidad y es más difícil conseguir que la gente se pueda sentir identificados con ellos ( llevo media hora intentando explicar esto ultimo y no he podido espero que lo medio entiendas). En definitiva, espero poder leer más artículos tuyos, verlos un día en dialnet y que podamos seguir compartiendo todo aquello con lo que nos identificamos leyendo. Descansa!
¡Hola, Sara!
EliminarPrimero, muchas gracias por leerme y por dejar este comentario con tu reflexión. Que tu sientas la identidad como aquellas cosas que somos pero aún no conocemos, es decir, lo que no somos pero seremos, me ha hecho recordar algo que tú y yo tenemos en común: el feminismo. Nacemos teniendo ciertas actitudes que se tornaron en algún momento a las que consideramos nuestros principios, tanto tú como miles de mujeres más. En este aspecto estoy completamente de acuerdo contigo. ¿Y lo bonito que sería que desde siempre hubiésemos creído serlo hasta serlo finalmente?
Respecto a tu pregunta, me explico. Si yo REALMENTE creo que soy buen jugador, sí estoy rechazando a otras personas. Si yo siemplemente me oculto tras esta idea para difuminar mis defectos, no solo rechazo a la gente sino que engaño sobre mi propia identidad.
Me alegro de que mis letras te hayan ayudado a reflexionar y hayas descubierto ideas nuevas. Me gusta tu manera de reflexionar y estaré encantada de seguir leyéndote.
Un abrazo enorme.
Tu lectura me envuelve, se plasma muy bien todo el esfuerzo que hay detrás y la dedicación. Un poco también, creo, ese misterio que es la identidad para uno mismo... Que a veces solo podemos verla reflejada en un libro. Mucho ánimo para seguir haciendo la magia que haces!
ResponderEliminarNosotros somos protagonistas de nuestras propias historias. Ahí encontramos la magia de la realidad, de cada uno de nosotros. De saber quiénes somos.
EliminarY tú me hablas de crear cosas mágicas, ay... nunca te olvides.