Cinco palabras #3: regazo, muerto, desesperación, ruinas, hambre

Aquí podéis leer la primera y la segunda parte de este proyecto.

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Esta vez vengo acompañada de mi amiga Nikol (click aquí para ir a su twitter). Para no repetirme sobre cómo funciona este proyecto, os dejo arriba las dos primeras partes donde lo explicaba más detalladamente. Esta vez sólo cambia el modo en el que hemos elegido las palabras, que, aunque siga siendo hasta cierto punto aleatorio, las hemos sacado abriendo al azar los libros que más cerca teníamos. Y estas son las protagonistas: 

regazo, muerto, desesperación, ruinas, hambre

Para escribir los textos hay ciertos requisitos: usar -obviamente- las cinco palabras y utilizar alrededor de 500 palabras. El objetivo de hacer esto entre dos personas (se puede con más y sería más interesante aún) es poder ver cómo desarrollamos un texto con pensamientos distintos desde una misma base, desde unas mismas palabras. De hecho, este reto ha plantado la semilla de una historia algo mayor. ¡Esperamos que os gusten nuestros relatos!


MI TEXTO
A LOS DIOSES DE FESHTHRA

Deres caminaba entre las ruinas de la antigua Feshthra, que ya no guardaba ningún resquicio de su esplendor otrora. Sus pies se arrastraban cansados sobre la tierra polvorienta levantando una nube grisácea a su paso y sus piernas temblaban cada vez que avanzaba, creando un pequeño terremoto en la totalidad de su ser. De lejos, Deres parecía un escombro más en aquel decorado pero, si lo mirabas con atención, en realidad era una reliquia en vida. Ya apenas quedaba nadie en aquellas tierras, todos habían huido de la ciudad presos de la desesperación tras la coronación del último rey. Pero de eso hacía mucho tiempo y las leyendas habían envuelto la historia en una burbuja que nadie conseguiría jamás romper. 

En su roñoso saco guardaba las cosas que encontraba en los rincones desiertos, en los huertos abandonados fuera de los muros o entre las piedras derrumbadas unas sobre otras. La mayoría de veces no eran más que objetos inservibles, como parte de una hebilla rota, el mango de un cepillo de madera podrida o trozos de vidrio verdes, quizá de aquellas copas que se usaban durante la Celebración Anual. Pero otras veces encontraba lo que su ánimo realmente quería y conseguía darles sentido a sus pasos que, movidos por el hambre, no se detenían salvo a la caída del sol, cuando se encogía en cualquier lugar y esperaba que el tiempo pasara sobre él. 

Aquel día apenas había encontrado unos pedazos de maíz resecos que ni los animales salvajes habían sido capaces de comer. Con esto bastará, se dijo a la vez que cogía uno y lo metía en su boca vieja y sin saliva. Lo envolvió con su lengua áspera y lo dio vueltas como a uno de esos caramelos que tomaba de pequeño. Trató de pegárselo en el paladar para no saborear la tierra árida de dónde lo había sacado, pero aquello era lo más parecido a un guijarro y desistió. Deres apoyó la espalda contra uno de los muros que aún se mantenía en pie y se dejó caer cansado sobre la arena gris. Se enjugó los ojos llenos de lágrimas por la frustración y el dolor, se sentía a punto de dejarse llevar por el pesimismo de una vida sin sentido, hasta que a lo lejos vio una mancha rojiza en el suelo que llamó su atención. Apoyando las manos y las rodillas, fue arrastrándose lentamente hasta descubrir de qué se trataba. No puede ser cierto. Un pájaro muerto. Deres pensó que posiblemente había caído exhausto como él pronto lo haría, pero rápidamente sus pensamientos se centraron en la belleza y la tranquilidad que le trasmitía la pequeña ave. ¿Sería eso lo que reflejaba él con sus arrugas, sus ojos caídos y su cuerpo sucio? Colocó el pájaro en su regazo y acarició las pocas plumas que conservaba, pero éstas se caían como hojas marchitas. Sabía lo que esta casualidad significaba y lo que debía hacer o moriría dominado por el hambre. Pero es tan hermoso… Cerró los ojos y juntó sus manos en dirección al cielo. Rezó para agradecer a los dioses la esperanza y para suplicar piedad por lo que iba a hacer.



EL TEXTO DE NIKOL
EL AMANTE DE LA HECHICERA

El único sonido que acompañaba su respiración entrecortada eran las hojas secas que pisaba mientras corría. El dosel arbóreo impedía que la lluvia la empapara. Puede que aún tuviera fuerzas, pero no aguantaría mucho más tiempo.

No supo a quién agradecer la fortuna de encontrarse con las ruinas de un templo en aquel vasto bosque. Sabía que no podía descansar por mucho tiempo, pero la noche caía y debía secar su ropa. El sonido de la lluvia era incesante, el agua se filtraba entre las piedras y la humedad del lugar no le permitió encender el fuego. Desistió, no tenía fuerzas. A penas tenía dos rebanadas de pan y el hambre comenzaba a hacer mella en ella. ¿Cuánto tiempo llevaba así? Puede que llevase días corriendo por mitad del bosque, pero ella sabía en el fondo que había estado huyendo toda su vida. De la realidad, de todas las cosas que nunca quiso ver y que, al final, acabaron persiguiéndola. Sabía que, si no era el hambre, la desesperación no tardaría mucho en devorar cada parte de su cuerpo.

¿Qué había ocurrido? No podía dejar de preguntárselo, ¿en qué momento su vida comenzó a hundirse? No sabría decirlo con exactitud. Parecía que había pasado una eternidad desde que disfrutaba de sus tardes con él dormido en su regazo, de una vida tranquila, de las preocupaciones más cotidianas. Esos tiempos no volverían jamás. Era el mismo hombre del que estaba enamorada quien iba tras su cabeza. Una acusación de traición, unas pruebas manipuladas, un testigo y un juicio que la sentenció a muerte. Aquello había sucedido tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de llorar por todo lo que había perdido.

No se dio cuenta del instante que cayó dormida. Pronto la luz del sol la despertaría y debía reemprender la huida. No tenía mucho más tiempo. Un relinche rompió el silencio del bosque. Numerosos caballos, voces, ¿habían estado galopando toda la noche? No podía ser. El amanecer apenas bañaba el bosque, debía aprovechar esos momentos. Comenzó a correr, pero su corazón se detuvo en el mismo instante que la flecha rozó su cuello, la falta de fuerzas hizo que sólo el susto la tirase al suelo. Cuando levantó su mirada pudo verlo a él sobre el caballo. Jamás le había dirigido una mirada tan fría. Ella no dejó de mirarlo a los ojos un instante, si lo hacía, él no dudaría en dirigir una flecha directa a su cabeza. Cuando logró acompasar su respiración al latido de su corazón, consiguió emitir sonido alguno.

-  ... Por favor… Solo, déjame ir…

Los cascos de los caballos sonaban cada vez más cercanos. Pero sus ojos no podían apartarse de los de él.

- ¡Capitán! ¿Ha encontrado algo?

El silencio fue sepulcral.

- ¡Despejado!

Aquel fue el último gesto que le dirigió. No tenía tiempo para enterrarse en su dolor. Había decidido vivir, a cualquier coste y tendría que aprender a llevarlo consigo. Aquella relación que construyó con él, su familia, sus amigos, su futuro, su vida... Todo había muerto para ella y eso era lo mejor.


-

¡Gracias por leer hasta el final!
Nos encantaría saber tu opinión, ¿nos la dejas aquí abajo? ¿Qué ideas se te ocurren a ti con estas cinco palabras?

Comentarios

  1. Mi enhorabuena por los textos, se notan los sentimientos de los personajes a flor de piel. Me encanta la idea de plantear unas bases y ver cómo la imaginación de cada una ha sabido moldear un relato propio.
    Espero con ansias la próxima entrega
    HW

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