Cinco palabras #2: música, magia, armonía, azar, ciencia

Podéis leer la primera parte haciendo click aquí.

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Seguro que todos conocéis el típico ejercicio de escritura de redactar un texto partiendo de cinco palabras escogidas al azar. Dani Merino (click aquí para ir a su twitter) me propuso esta idea y yo no pude decir que no, así que recolectamos palabras y esto fue lo que conseguimos: 
música, magia, armonía, azar, ciencia

Para escribir los textos pusimos ciertos requisitos: usar -obviamente- las cinco palabras, utilizar un máximo de 500 palabras y escribirlo el mismo día. El objetivo de hacer esto entre dos personas (se puede con más y sería mejor aún) es poder ver cómo desarrollamos un texto con pensamientos distintos desde una misma base, desde unas mismas palabras. Ambos textos son ficción ambientada, aunque ya sabéis lo que dicen de que en la ficción se encuentra la verdad. Aquí tenéis el resultado. ¡Ojalá os guste tanto como nos ha gustado a nosotros hacerlo! 


MI TEXTO
PROHIBIDO Y OLVIDADO: LA MELANCOLÍA DE LA GUERRA

En el armario de la abuela había muchos objetos prohibidos como libros, películas y fotografías, pero lo que más me llamaba la atención era el estante que sostenía las cintas. Eran rectangulares y tenían unos círculos que lo atravesaban, dando a las dos caras, alrededor de las que se enrollaba un hilo grueso y oscuro. Los había visto en los documentales que televisaban mostrando la vida de otros tiempos; decían que en ellos se grababa música que luego podía escucharse en un aparato aún más complejo. Todo era más fácil ahora: sólo había que apretar el botón de detrás de nuestra oreja y acercarse a un monitor; la música quedaba grabada en nuestra mente y podíamos reproducirla tantas veces quisiéramos sin que nadie más la escuchara. La voz de nuestra mente podía ser cualquier voz.

-Abuela, ¿qué hay en estas cintas?

La abuela terminó de servir el té en dos pequeñas tazas de porcelana. Ya nadie lo hacía así, sólo la gente que había pasado por la guerra y no podía despegarse del pasado.

-Ven, cariño. Coge una y acércate. Siempre quise hablarte de ello.

Pasé mi dedo índice por encima de las cintas, con cuidado, eligiendo al azar una de ellas. Entre mis manos aquel objeto parecía más frágil de lo que había imaginado, más frío y mucho más enigmático.

-Como sabes, hace mucho tiempo las cosas no pintaban bien. La crisis que asoló Europa llegó a extremos que ninguno imaginábamos. La sociedad quedó reducida a simples agrupaciones que defendían la solución que para ellos era la correcta. – La abuela tomó la cinta de mis manos y se acercó a colocarla en la máquina que lo hacía funcionar. – Finalmente quedaron dos gremios: uno que defendía la magia y otro que defendía la ciencia. Un gremio y otro se esforzaban en atrapar las diferentes disciplinas. La magia se quedó con la literatura, el cine y la pintura; mientras que la ciencia se quedó con aquéllas más pragmáticas. –Introdujo la cinta y pulsó algunos botones, haciendo que la máquina hiciese sonidos que jamás nadie quisiera grabar en su mente. – Entre ellos lucharon, atrapando las disciplinas que el otro controlaba. Así, sólo hubo un grupo que decidió revolucionarse: los músicos. Tu abuelo fue uno de ellos.

-¿Y qué pasó?

-En la revolución hubo diferentes marchas en las que los músicos gritaban que su libertad jamás sería retirada por ninguno de los gremios, que ellos eran de sí mismos. Tu abuelo grabó todas esas cintas antes de la última marcha que hicieron porque él sabía que sería la última. Reivindicarse o morir. Eso pasó con ellos.

La habitación quedó inundada por el sonido que emitía la máquina. Una viola rasgaba el viento y la luz. Su sonido era claro como ningún otro que yo hubiera escuchado en toda mi vida y sentí que todo mi cuerpo temblaba.

-Supongo que ya sabrás qué gremio ganó la guerra, hijo.

Acaricié la parte de atrás de mi oreja y, mientras las lágrimas mojaban mis mejillas, pulsé el botón; sentía que aquel sonido era el sonido de la vida. La abuela, sonriente, dijo:

-Hacía años que no escuchaba estas cintas. Ahora siento que nuestros corazones, en la distancia del tiempo, están por fin en armonía.



TEXTO DE DANI
INSTANTÁNEA EURÍTMICA

Quién sabe si por azar o por intención humana, pero allí estábamos. Alguien o algo habían decidido que esa sería la última parada del largo y fatigoso viaje.

La oscuridad, siempre amenazada por la luz artificial, inundaba las calles de aquella turística y antiquísima ciudad. El ajetreo parecía esconder el individualismo, produciendo que cada figura humana se fundiese con el paisaje urbano de su alrededor. Esto mismo hacía que cada fotografía capturada en sus respectivas cámaras fuera diferente a la anterior, a pesar de encontrarse en el mismo lugar, en el mismo ángulo, en la misma noche. Parecía cosa de magia.

¿Nuestro objetivo? Llegar a la parte más alta de la torre desde donde se podía ver toda la ciudad cuando el carro de Helios estaba en su punto álgido. Ascendíamos despreocupados, ajeno al mundo que nos rodeaba –y al que le dábamos absolutamente igual-. En la cúspide corría una juguetona brisa, amenizando las temperaturas del verano, y que se deslizaba mezclándose indiferente entre la piedra y la piel. Habíamos olvidado nuestra cámara, por lo que nos limitamos a observar (cuán obvio parece ese gesto, pero cuántas veces se olvida). Desde allí, una vez pudimos dejar a un lado a las personas que deseaban una instantánea con las iglesias y edificios varios que todavía se vislumbraban, y que utilizaban de parche para olvidar sus problemas, o al menos eso intentaban transmitir a los demás, se comenzó a escuchar una agradable música de piano proveniente de un culto varón que se había posicionado en el centro de la plaza (¿El azar estaba volviendo a actuar, o se encontraba allí por alguna razón?) A los pocos minutos noté una fortísima conexión entre lo que veía y lo que escuchaba, producto de la armonía entre mis sentidos y mis pensamientos. Esa melancólica pero placentera secuencia de notas musicales produjo en mí una especie de hechizo que intensificó la soledad, el desencanto y la desesperanza. A su vez era una sensación ínfima de paz, que te abraza antes de marcharse durante una temporada. Seguían allí, pero ya no escuchaba el bullicio. Había desaparecido para mí. Por contra, el piano se sentía cada vez más rítmico con el latir del corazón. ¿Cómo se puede dudar de que la música no sea una ciencia, si necesita una técnica precisa, y bien ejecutada puede resolvernos, o intensificar, tantos problemas?

A mi derecha, alguien estaba pensando lo mismo que yo, igual que tampoco podía mantener las lágrimas en sus ojos. La soledad que nos atravesó cual saeta sólo se estaba presentando, puesto que estaba allanando el terreno para quedarse mucho más. Ese instante significaría tanto, a pesar de nuestra ignorancia en ese momento. Puede que el destino ya estuviese escrito, pero aún no éramos conscientes de que nos encontrábamos en un punto de no retorno, donde todo cambiaría en cuestión de meses, y nos afectaría para el resto de nuestra vida. La última de las pruebas había comenzado.

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¡Gracias por leer hasta el final!
Nos encantaría saber tu opinión, ¿nos la dejas aquí abajo? ¿Qué ideas se te ocurren a ti con estas cinco palabras?


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