Reseña || La joven del acantilado, de Lucinda Riley


*Cómo llegó el libro a mis manos:
No recuerdo cómo llegó a mí el nombre de la autora y su saga de Las siete hermanas, cuya idea me cautivó desde el primer momento. Sin embargo, no me atrevía a meterme de lleno en una historia de siete libros (no publicados todos hasta la fecha), así que quise buscar otra manera de conocer a la autora, y quizá, más adelante, leer su exitosa saga. Un día, estando en tuuulibrería, encontré este ejemplar prácticamente nuevo y me pareció una señal, el pasa para darle una oportunidad.

*Argumento:
Tras la pérdida de su bebé, Grania Ryan abandona a su novio Matt y vuelve a su Irlanda natal, a casa de sus padres, dejando atrás, en Nueva York, su carrera como escultora. Su familia la acoge sin hacer demasiadas preguntas, a diferencia de Matt, quien llama constantemente, pues no sabe qué ha sucedido.

Mientras Grania pase por los acantilados de la Bahía de Dunworley conoce a Aurora Lisle, una niña que pasea en camisón como si estuviera en trance. Poco a poco entre ellas surge la amistad: Aurora ha perdido a su madre (se tiró por los acantilados) y Grania a su bebé. Aurora vive junto a su padre Alexander en una gran mansión cerca de la casa de los padres de Grania.

La madre de ésta, Kathleen, le cuenta a su hija la historia de su familia y la de los Lisle, pues siempre se han visto entrelazadas. Se repite el mismo patrón: siempre alguien de la familia Ryan tiene que hacerse cargo de alguna niña Lisle.

Nos remontamos varias generaciones atrás, cuando Mary Benedict, abuela de Kathleen tuvo que trasladarse a Londres para servir, terminando como niñera de una hija adoptiva del señor Lisle, el señor de la casa donde trabaja: Anna, una niña rusa a la que finalmente se lleva de la casa para criarla como su verdadera hija. Del mismo modo, Aurora le pide a Grania que cuide de ella, hsata que Alexander le da permiso para adoptarla en su lecho de muerte.

El enfrentamiento de estas familias sucedió cuando Lily Lisle, madre biológica de Aurora, y Kathleen Ryan eran amigas. Kathleen tenía un hermano, Joe, con cierta discapacidad intelectual que estaba enamorado de Lily. El hermanastro de Lily, Gerald, se encargó de arruiunarle a vida, haciendo que lo ingresen en un manicomio. Lily no defendió a Kathleen y su hermano, lo que provocó el total distanciamiento de las dos familias.

Durante el tiempo tiempo que pasa mientras Grania está en Irlanda, Matt había sido engañado por su amiga Charley, quien le dijo que estaba embrazada aprovechándose de la ruptura de éste y Grania. Se descubre que era un mentira, que el hijo no era de Matt y terminan separándose.

Finalmente Matt consigue hablar con Grania y vuelven a estar juntos, haciéndose cargo de Aurora como su hija.
Árbol genealógico de las familias Lisle y Ryan

*Crítica:
Me gustaría poder decir muchas cosas buenas de este libro, pero siento que no va a ser así. Sin embargo, tengo algunas cosas buenas que destacar, como la complejidad de la trama argumental, que está muy bien llevada a lo largo de la novela. También he disfrutado mucho la historia de Mary Benedict, es la única que realmente me ha sorprendido. Esto se enlaza con que hay muchos personajes, siendo los protagonistas diferentes dependiendo de la época en la que se centre: esto me ha encantado, aunque hubiera cambiado los nombres para que no fueran tan parecidos entre sí y no pareciese confuso.

Y a partir de aquí voy a quedarme tranquila hablando sobre las cosas que no me han gustado: los clichés, los tópicos tóxicos, las comparaciones absurdas y los aspectos machistas. Desde hace un tiempo ya me sale automático identificar estos patrones, lo que me impide disfrutar al 100% de una lectura (porque siempre me encuentro algo).

En primer lugar, la narradora (no diré quién por ser spoiler), nos describe a Matt, novio de Grania, de la siguiente manera:
Matt, el querido Matt, tan confuso e impotente, un hombre a merced del extraño género sin el cual creo que ellos no son capaces de vivir. Aunque tampoco sepan convivir con él. Es decir, el género femenino.
¿Perdón? ¿Extraño género? Tópico claro de la visión machista de que las mujeres somos demasiado complejas para esa mente masculina que todo es capaz de entender. Sin comentarios.

El siguiente fragmento que voy a poner casi me hace abandonar la lectura. Están hablando de las enfermedades mentales de la madre de Aurora de esta manera, comparándola con Grania:
Tanto para Aurora como para mí es un placer tener a una mujer normal viviendo en casa.
Puedo entender que resulte complicado en ocasiones convivir con una persona enferma, pero no por eso somos "raras", "anormales" o "monstruos". Hubiera sido más adecuado y menos ofensivo el término "mujer sana", pero no, claro, hay que perpetuar los estigmas.

Sin ir muy lejos, en la misma pagina, el mismo personaje, dice: Grania, usted tiene todo lo que debe tener una mujer¿Alguien me puede explicar qué debe tener una mujer? ¿Saber cocinar, planchar y lavar? ¿Saber cuidar a los hijos? Exasperante, la verdad.
En unas pocas páginas más adelante sale la expresión tal y como suelen hacer las mujeres, haciendo referencia a esa supuesta costumbre que tenemos todas las mujeres de quedarnos pensando en un hombre, dándole vueltas a la situación. Odio las generalizaciones y menos si son para oprimir o descalificar a un grupo.

Si habéis leído el argumento destripado que dejo arriba sabréis que Matt tuvo una relación con una amiga suya, y en uno de sus momentos de lucidez reflexiva decide comparar a las dos mujeres: claramente Charley sale perdiendo frente a Grania, pues esta última apenas utilizaba maquillaje, y Charley usaba tanto que ocupaba espacio en el baño. Esta parte me ha dado especial pereza y grima, tan innecesaria, tan hiriente. Como si las mujeres fuéramos más o menos en función de lo que nos apetece ponernos en la cara.

Bueno, lo que os escribo a continuación prefiero que lo leáis antes de yo comentarlo:
Parece que Aurora averiguó el número de tu tarjeta de crédito y se las arregló para comprar por Internet un billete de avión a Dublín, y otro a Nueva York. Cogió un autobús hasta Clonakilty y, de ahí, un taxi hasta el aeropuerto de Cork. Allí dijo que no la acompañaba ningún adulto; parece que había viajado sola muchas veces cuando vivía con Alexander. En Dublín cambió de avión, y al llegar a Nueva York se las apañó para que Matt tuviera que ir a recogerla.
Tras leer esto, ¿cuántos años diríais que tiene esa tal Aurora? ¿Quizá 16? No, tiene 10 años. Y hace todo eso. Mi cara leyendo este fragmento era digno de enmarcar. Sin sentido, sin lógica, demasiado inverosímil. La explicación que dan a esto no me justifica nada, yo sólo siento que la autora se ríe de los lectores.

Por último, para rematar, aparece la brillante figura de un hombre salvador. Os explico: en la casa hay una maleta que quieren abrir, pero tiene los enganches oxidados y es complicado hacerlo. Así que uno de los personajes masculinos hace su aparición estelar diciendo esto:
De acuerdo, señoritas, ya veo que es cosa de hombres.
Cómo me encantan los hombres explicando cosas, haciendo cosas, riéndose y siendo superiores que las mujeres (ironía). Esto me pareció la gota que colmó el vaso y ya no pude tragar más. El resto de la lectura fue superflua porque no me quedaban ganas de para seguir.

Como conclusión, me gustaría pensar que la autora ha ido mejorando con el paso de las novelas y superando estos tópicos que enumero. De todas las reseñas que he leído de este libro ninguna hablaba de este tipo de comentarios que, de forma inconsciente, flotan en la sociedad y hay que acabar con ello. Tengo pensado darle otra oportunidad a Lucinda Riley y espero no estar equivocándome.


*Citas destacadas:

¿Quién tiene la potestad para decidir qué es real y qué es imaginario? 

En los peores momentos, a Mary le daba por pensar que a nadie en absoluto le importaba si estaba viva o muerta. Era reemplazable e innecesaria, a todo el mundo le resultaba indiferente. 

El amor no puede curar las tremendas heridas que el pasado ha inferido a una persona. 


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