Fragmentos de Notas desde un manicomio, de Chistine Lavant


Si hay cosas que pueden ser invisibles, entonces seguro que algunas de ellas nos sobrevivirán y yo, visto racionalmente, me volví loca al hacer lo que hice. ¿Para qué sirve interrumpir una vida si existe algún tipo de continuación? Dios mío, ¿es que ya he cruzado la frontera y hace tiempo que sigo aquí no sólo como invitada sino que soy una de ellas, de estas que me miran con extrañeza y llenas de desconfianza?.. ¿Qué ha sucedido?


Parece que nada es tan contagioso como la hostilidad. En algunas ocasiones me veo a mí misma como si estuviera hecha de puro odio.


¿Será posible que, tras semanas aquí, vuelva a tener ganas o valor para reír? ¿Incluso mucho? Quizá en lugares así habría ante todo que aprender a reír de nuevo, para no volver a olvidarlo.


¿Qué esperaba? ¿Curarme? ¿pensaba realmente que cierta cantidad de arsénico tomada con regularidad daría sentido a mi vida? ¿Qué aquí podrían volverme hermosa, o al menos valiente y feliz? Claro que no lo creí ni un segundo, pero ¿adónde debía ir después de algo tan horrible y fallido? Treinta pastillas, un sueño parecido a la muerte durante tres días y cuatro noches para volver luego a despertar y que todo siga inmutable a mi alrededor, además del rostro de mi madre, mudo e inexpresivo, y de mis hermanas.


La imaginación es, desde luego, preciosa, pero la mayoría de las veces la verdad es más importante...

Su sangre envenenada le tiene que causar un sufrimiento infinito, se ha rascado hasta sangrar a pesar de todas las advertencias, hasta que trajeron a dos auxiliares de la sección de los hombres para ayudar a meterle los brazos en la camisa de fuerza, con sus maneras obscenas, salvajes. No sé si de verdad era necesario, pero seguro que no lo era, porque cuando se acercaron a su pecho no eran auxiliares, sino hombres que se divertían con ello. ¿Por qué, si hay ángeles, no hay ninguno que tenga la obligación de impedir aquí en la tierra cosas que solo deberían suceder en el más profundo de los infiernos? Escribo esto con palabras corrientes, lo escribo como cualquier otra cosa, y en realidad debería romper las paredes piedra a piedra y lanzarlas una a una contra el cielo para que alguno de ellos se diera cuenta de que aquí abajo tiene obligaciones. Quizá me condene a mí misma con estas palabras, pero a mí me corresponde escribirlas.


Para mí no hay nada a medida salvo la miseria, que visto con torpeza, vergonzosa para mí y los demás. 


Una vez, cuando era pequeña, conseguí atrapar ente mis manos, siempre tan temerosas, una mariposa de color miel, y la amaba y durante todo un día caminé con ella de un lado a otro, consolada y fascinada y creyendo firmemente en la existencia de ángeles reales, no de los ángeles de los cuentos y las leyendas, sino de los auténticos, que tienen la voz adecuada para poder decir a una mariposa tímida que una muchacha pequeña y enferma seguro que no le haría nada malo. Sí, duró un rato, pero cuando la acerque a mis ojos ignorantes -algo totalmente innecesario- me di cuenta de que no era un ángel, sino que sencillamente la mariposa estaba enferma y no podía volar, y que por eso, mal que bien, se había dejado atrapar. Casi la tiré como si fuera algo asqueroso, pero como yo misma sufría y era por ello compasiva, la coloqué con toda la suavidad posible en la primera hierba que encontré. Y así, Dios mío, quizá tú también me colocarías en algún sitio en la hierba, a medias por asco, a medias por compasión, si ahora yo me deslizara en tus manos únicamente por miedo y enfermedad. 


¿Me entenderá él y perdonará que no le ahorre todo esto? Me quedé dormida con la idea de que él podría llorar por lo que nos está sucediendo a los dos. ¿Por qué no ha de llorar él también si yo me he pasado tantas noches reuniendo tristeza suficiente para dos? 


Curioso. Queremos pensar que el mundo entero tendría que estar formado sólo de trocitos de amor y que sería maravilloso. ¡Pero, Dios mio, no lo es! De alguna manera estropeamos siempre la pieza que tenemos que aportar al gran mosaico. Y mañana voy a estropear la mía.

Comentarios