Reseña || El cumpleaños secreto, de Kate Morton

*Cómo llegó el libro a mis manos:
Como seguidora acérrima de las historias de Kate Morton no podía no leer este libro. En cuanto al argumento, es el que más me ha llamado la atención de todos, aunque no acabo de comprender el sentido de la traducción del título (en inglés es "The secret keeper", algo así como "el guardián de secretos").

*Argumento:
La novela empieza de mano de Laurel Nicolson, una famosa actriz a punto de jubilarse, cuya madre, Dorothy, se encuentra en sus últimos momentos de vida. Laurel recuerda un suceso de su infancia que marcó un momento importante en su vida: en el cumpleaños de su hermano Gerry, cuando éste era pequeño, ella vio cómo su madre asesinó con un cuchillo a un famoso escritor, Henry Jenkins. 

En la casa donde se criaron, a la que deben volver Laurel y sus hermanas (Iris, Rose y Daphne) para cuidar a su madre, encuentran una foto donde aparece su madre junto a otra chica. Laurel se da cuenta de que nunca se ha preguntado cómo era la vida de su madre antes de casarse y esto le apena, por lo que decide descubrirlo con la ayuda de su hermano Gerry. Dorothy no para de repetir que cuando era joven hizo algo terrible, y ha cargado toda su vida con la culpa.

En otra línea temporal, en 1941, tenemos la historia de la joven Dolly, enamorada de Jimmy Metcalfe, un fotógrafo con el que quiere compartir su vida. Éste, para poder darle un buen futuro, decide ahorrar y trabajar duro, por lo que pasan mucho tiempo sin verse. Dolly pasará a trabajar como compañía de Lady Gwendolyn, una anciana rica quien la considera su única familia. Su relación será tan estrecha, que la anciana le promete dejarle incluirla en su testamento para que gane una parte de su riqueza cuando ésta muera. Pero cuando esto sucede, Dolly no recibe absolutamente nada.

Un día, una señora le dice que ha encontrado un colgante que le pertenece a Vivien Jenkins, y Dolly se encargará de devolvérselo pues la considera una gran amiga. Cuando acude a su casa la recibe su marido, Henry, con quien mantendrá una agradable conversación. Al llegar Vivien a casa y ver que allí se encontraba Dolly, actúa de manera grosera diciendo que no la conoce de nada. Este desprecio hará que Dolly quiera venganza, por lo que trazará un plan junto con Jimmy: le harán una foto en la que salga de manera cercana a Jimmy, para chantajearla y conseguir dinero para poder casarse. 

La relación entre Vivien y Jimmy se irá intensificando hasta el punto de enamorarse, pese a no decirse nada entre ellos. El afán de venganza de Dolly es tal que Jimmy no puede soportarlo y cada vez le gusta menos estar con ella. Dolly, a modo de engaño, le dice a Jimmy que abandonan el plan, pero ésta, en un descuido, fotografía a su novio con Vivien en lo que parece una escena cercana. Ella triunfante se lo enseña a Jimmy, pero decide no enviar la foto a Henry, pues descubren que él es un maltratador. El sobre que la contiene se cae de su bolsillo en una cafetería, donde la encuentra una mujer y decide enviarla a la dirección que pone en el dorso. Y todo el plan se desenlaza terriblemente.

Jimmy y Vivien habían quedado para verse, pero éste no aparece. Vivien, asustada, teme que algo haya sucedido. Vuelve a casa confusa por la situación, pero Henry se muestra vacilón sobre su relación con Jimmy: le dice que lo ha matado, pues había visto la foto. Vivien corre a casa de Dolly para avisarla de que huya, ya que su marido podría hacerla daño. Mientras ambas hablan una bomba hace que se derrumbe el edificio y Dolly muera. Esto se presenta ante Vivien como una oportunidad para vivir una vida lejos del maltrato de su marido, así que asume la identidad de Dorothy Smitham y se casa con Stephan Nicolson. 

Sin embargo, Jimmy no murió a manos de Henry, pudo sobrevivir a la tremenda paliza que recibió. Visitó a Vivien en su nuevo hogar y supo que era feliz con Stephan, lo cual fue suficiente para él y desapareció para siempre.

Laurel descubre que Dolly tenía un trastorno narcisista que le hacía tener ensoñaciones excesivas: realmente Lady Gwendolyn no iba a dejarla nada en el testamento, ni Vivien era tan amiga suya como decía, pues solo la conocía de vista.


*Crítica:
Esta novela, a diferencia de las dos primeras, no es una historia de personajes profundos, sino de trama intrincada. La narrativa es un personaje más, es lo más importante de esta historia. De los libros que he leído de Kate Morton, éste es el que tiene un giro argumental más intenso. Estaba deseando saber cuál era el punto de bisagra en el que Dolly comienza a ser una persona nueva, ¡y vaya con cuál fue la respuesta!

No tengo nada nuevo que decir sobre el estilo de escritura, pero sí que este libro se me ha hecho mucho más ligero de leer que los demás. ¿O puede que haya sido una sensación producida por el hecho de que he quedado atrapada entre las hojas?

Al terminar el libro quise informarme un poco más sobre el trastorno narcisista, y estas son las características de las personas que lo sufren:

  • Escasa empatía
  • Carencias en sus relaciones interpersonales
  • Necesidad de atención
  • Personas rencorosas (ideas de venganza)
  • Se aprovechan de los demás para conseguir sus propios fines sin importar lo que ello suponga para los demás.
Todos estos puntos se ven perfectamente reflejados en el personaje de Dolly. Me gusta mucho cuando los personajes son coherentes, y mucho más cuando los autores se preocupan de que lo sean.
Con "El cumpleaños secreto" Kate Morton se reafirma como una brillante escritora.

*Citas destacadas:

Dolly siempre se había sentido diferente, como si estuviese más viva que otras personas, y el mundo, la suerte o el destino, fuese lo que fuese, tuviese grandes planes para ella.

Jimmy había adorado a su madre cuando era niño. Había sido su ídolo, su primer amor, la gran luna resplandeciente cuyos ciclos mantenían su diminuto espíritu humano bajo su poder. Solía contarle un cuento, recordó, cada vez que no podía dormir. Era acerca de La Estrella del Ruiseñor, un barco, decía, un barco mágico: un viejo galeón de velas amplias y mástil poderoso y seguro, que navegaba por los mares del sueño, noche tras noche, en busca de aventuras. Solía sentarse junto a él a un lado de la cama, acariciándole el pelo y tejiendo cuentos sobre la nave invencible, y su voz, mientras hablaba de esos viajes maravillosos, lo calmaba como nada más podía calmarlo. Hasta que se encontrase flotando en las orillas del sueño, en ese barco que o llevaba hacia la gran estrella de Oriente, no se reclinaría a susurrarle al oído: "Ya te vas, cariño. Te veré esta noche en La Estrella del Ruiseñor. ¿Me vas a esperar? Vamos a vivir una gran aventura." Durante mucho tiempo, lo creyó.

Necesitaba que la hiciesen feliz, comprendió. No era una cuestión de expectativas egoístas, sino un simple rasgo de diseño; al igual que un piano o un arpa, ella funcionaba mejor en cierta armonía.

Es humano, ¿o acaso no lo es? anhelar lo que nos está prohibido.

Pensó en su madre en el hospital, en las palabras con que había expresado el remordimiento, el deseo de "tomar"algo, el agradecimiento por su "segunda oportunidad": eran estrellas; todas ellas, en la oscuridad del cielo nocturno; a Laurel tal vez no le gustaban las formas que comenzaba a distinguir, pero no podía negar su existencia.

El sueño la había colmado de una nostalgia, profunda e inexplicable, de un lugar y una época remotos, un deseo que Vivien creía haber dejado atrás hacia tiempo y cuya ausencia le dolió como la pérdida de un ser querido al despertarse a la mañana siguiente y comprender cuánto tiempo había vivido sin recordarlo.

¿No te parece extraordinario que el mundo se enzarce en esta locura llamada guerra y, al mismo tiempo, las flores, las abejas y las estaciones sigan su curso, sabias, sin cansarse de esperar a que la humanidad recapacite y recuerde lo bella que es la vida? Es extraño, pero mi amor y añoranza del mundo siempre se avivan cuando me ausento; es maravilloso, ¿no te parece?, que una persona oscile entre la desesperación y el hambre gozosa, y que incluso en estos días oscuros la felicidad se encuentre en las cosas más pequeñas.

A veces la distancia de los años, todo eso que acababa entre sus pliegues de acordeón, se convertía en un dolor físico.


Hay que saber escuchar con los oídos, los ojos y el corazón, todos al unísono.

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